martes, 28 de abril de 2009

El arte de coordinar (Julián Presas)

EL ARTE DE COORDINAR

(Publicado en Revista: Campo Grupal. Febrero 2010)

Fue un alemán, un tal Baumgarten quien definió la estética. Si bien la raíz del termino viene del griego aistheetikós: sensible, de aisthánesthai: percibir, comprender. Fue recién a mediados del siglo dieciocho que se escuchó esa palabra.

Estética: Ciencia que trata de la belleza y de la teoría filosófica del arte.

Intentaré hacer un contrapunto entre algunos términos recién mencionados.
Arte – Coordinación – Estética – Ciencia – Belleza – Teoría – Filosofía
Partiendo de la premisa de que, independientemente de lo que se coordine, la coordinación debe ser un hecho estético. Si no nos negamos semejante privilegio, encuadramos a la coordinación dentro del terreno del arte, y hacerlo reporta múltiples beneficios.

Aquello que necesitamos al encarar una coordinación:
Apertura – Tacto – Sensibilidad – Visión – Escucha – Percepción – Conocimiento – Manejo del tiempo – Encuadre – Apuntalamiento – Sostén – Estimulo – Dinámica – Ductilidad.
Son condiciones, todas, que requiere también un artista al encarar su obra.

No se trata sólo de coincidencias, sino de posicionamiento. Colocarse en un lugar distinto para trabajar, reconocer la coordinación como un arte nos ubica en el territorio de lo bello y lo siniestro; de lo expresivo y lo comunicacional.

Durante muchos años y, aun hoy, las dinámicas y vericuetos de la coordinación se han transmitido mayormente en ámbitos “psi”; unidades académicas; claustros estudiantiles; divisiones científicas. Todos estos sectores, en mayor o menor medida, no sólo han legado esquemas y estructuras de pensamiento a nuestra labor, sino que además han aportado el estatus científico que el acto de coordinar conlleva.

Los saberes que estos espacios pueden darnos aún no se han agotado, pero ya es hora de darle extensión a la otra pata en la que se apoya esta historia, no para dejarla enclenque sino para afianzarla y permitir así que el tiempo haga entender que la complementariedad arte/ciencia puede ser fecunda, pero, además, que el paradigma en el cual se enmarca la coordinación es el artístico.

Si esto se logra toda una serie de cambios ha de ocurrir, que los virajes epistemológicos lleguen a buen puerto y no hagan agua en el mar de las polaridades y las miradas únicas depende de nosotros. Que los artistas no vean la ciencia como a un monstruo devorador de espontaneidades, que los científicos no sientan lo artístico como lugar de excesos y herejías sin contenido.
Cuando logremos que lo previsible y lo imprevisible estrechen sus manos y caminen juntos por el sendero del conocimiento, la transformación, la creación, la critica y los develamientos entonces si, podremos sentirnos orgullosos y satisfechos. Para que ese día llegue falta ceder espacio al arte, ojalá al terminar este ensayo usted, yo, ella, él, cualquiera, podamos debatir y razonar con argumentos mas sólidos y convencernos de que coordinar es un arte de pies a cabeza.

Cada punto detallado a continuación merece amplitud y desarrollo; lo que esgrimo es una ínfima parte, el objetivo es dar cuenta de la vasta cantidad de motivos que nos respaldan a la hora de posibles enfrentamientos con los dogmas, en estos tiempos que corren; de reposicionamiento.

Priorizar el proceso por sobre el producto nos habla de una formación integra donde lo que se busca no son sólo resultados, sino todo el recorrido necesario. Esto genera en quien lo vivencia la sapiencia necesaria para no conformarse con espejitos de colores. Aún hoy se venden falsas ilusiones y hasta las palabras cambian el significado; resultado se asocia a éxito cuando debiera ser a consecuencia, efecto, corolario.

Repensar la asimetría no es negarla, es reafirmar esta desigualdad; es aseverar las diferencias; es fortificar esta irregularidad… empecemos de nuevo.

Repensemos lo asimétrico, una cosa es el lugar del saber y otra son los tronos inalcanzables. El lugar diferente que ocupa el coordinador permite su trabajo, pero esta situación a veces confunde, engolosina a algunos y alimenta sus ansias de poder. Estos débiles hombres y mujeres con mascaras de bondad paternalista tienen la triste suerte de perderse el placer de embarrarse junto a sus coordinados.

Manejar una asimetría diferente requiere el doble de esfuerzo y menos alimento enlatado para el ego. Correrse del lugar de autoridad es bajar a tierra y aquí la metáfora es concreta, desde allá arriba se puede ver y trabajar lo aéreo; pero desde abajo se lo hace sobre firme, se apuntalan las vivencias y se genera una solidez real, no ficticia. La que tiene que ver con el grupo sintiendo la potencia de quien tiene el saber caminando a la par y siendo en un mismo terreno.

Permitir, dar permiso, invitar a ser. Habilitar. Si los ejemplos siempre los da el mismo, si se manipula constantemente el accionar para llegar a buen fin, si la lección se torna parábola, estamos frente a un caso de pasaje efímero para el otro. Cuando se alecciona constantemente se entra en una dinámica donde quien es coordinado pierde el deseo de mostrar sus saberes, mientras quien coordina se erige en poseedor absoluto de los contenidos a trabajar.

El artista de la coordinación trabaja con los emergentes y no teme quedar en evidencia ante un mayor manejo del material por parte de un miembro del grupo; de hecho, eso es de sumo provecho. Trabajar desde los saberes grupales, marcarlos, incluso aprender y reformular el encuentro a partir de ellos, no sólo instala el movimiento sino que además genera la confianza necesaria para realmente apropiarse de los contenidos del/los encuentros.

La habilitación debe ser formal desde la certificación, e informal en el minuto a minuto del trabajo.
Involucración y Compromiso
El artista de la coordinación ve cada encuentro como una obra de arte, eso lo hace único. Como el pintor cuando arma la tela y prepara óleos, pinceles; como el bailarín estirando en un salón espejado; como el ceramista al frotar sus manos y mirar la arcilla, como… como todo artista al desplegar su universo creativo, así se planta el coordinador frente a un espacio de creación que requerirá su esfuerzo y atención.

Su apertura y saberes al servicio de la cosa. No será músico, pintor, bailarín ni escultor y será todo eso al mismo tiempo. El involucrarse tiene que ver con un rol activo y alerta, un silencio o una mirada pueden ser pinceladas en el cuadro; un estar en el lugar indicado puede ser cadencia de melodía.

Es estar metido de lleno y a la vez con energía para estar fuera. El artista coordinador concluye un taller con los ojos bien abiertos, los pies bien firmes, la cabeza en mil lados y sin haber robado un ápice de protagonismo a los “demás” participantes. Tal vez sea éste uno de los puntos más difíciles de esta labor. El estar absolutamente y al mismo tiempo haber sido invisible. El ser bien visible y a la vez no estar en lo absoluto. Para semejante estar/no estar hay que ser artista. No se baja línea, se es la línea… y el punto, y el plano; el compromiso es estar por completo y abocado a la reunión.

Es éste uno de los quiebres mas fuerte para con las viejas doctrinas, no las contradicen, las mejoran y potencian. Para poder ser y no ser, estar y no estar, hay que haber vivenciado una y otra vez la fusión con la disciplina.

Por ejemplo, el músico, tras conocer técnicas y artilugios, sentir la vaciedad de un escenario, luego de las histerias y aplausos… evoluciona. Lo hace si logra salir de la arrogancia y lo perecedero convirtiéndose en música y cayendo en cuenta de que es tanto y nada más como un hombre o una mujer por cuyo cuerpo y alma algo sublime se despliega. Cualquier artista que llega a ser la disciplina que ejerce, ha traspasado las líneas de lo superficial.

El coordinador es coordinación, es lugar de atravesamientos, y lo es en tanto su involucración y compromiso sean acordes al noble acto que ejerce.
  • Sentir y palpitar los grupos
La fortaleza necesaria para ser artista/coordinador requiere entrenamiento. Se siente al grupo por fuera y por dentro, se palpita el grupo y se lo trabaja en otros grupos.

El coordinador debe ser coordinado, no sólo supervisado, sino que tiene que estar del otro lado, vivir eso regularmente, ser uno más en otro espacio. Bajar, reconocerse aprendiente, escuchar, mirar y hacer desde el lugar de coordinado. Sentir los grupos es estar abocado a ellos, es la convicción de que son la revolución y las herramientas de lucha, resistencia y cambio.
Su trabajo inicia mucho antes, concluye mucho después.
El artista/coordinador siente un enorme placer al coordinar. Sabe que es el encuentro con un espacio de disfrute, inherente a la actividad, mas allá de las situaciones que puedan tal vez no ser felices, aunque haya dolor, aunque pase lo que pase… el coordinador sabe que plantea un espacio donde su ser artista ha de encarar las situaciones de una manera diferente. La estética está a su servicio, si él lo sabe los demás lo sienten y sentir eso hace palpitar al grupo en sincronía.

Coordinar es algo hermoso y a la hora del encuentro el artista/coordinador esta abocado ciento por ciento a la actividad.

Un recibir y entregar distintos, lo mejor que le puede pasar a un maestro es que un discípulo lo supere, eso habla de la entrega absoluta de sensibilidades y conocimientos que hubo en la sagrada relación enseñante/aprendiente. Ser superado es un logro compartido, el buen maestro se regocija y se siente pleno cuando un discípulo lo supera.

El coordinador debe aprender eso. Se es maestro en más de una oportunidad en los grupos, los coordinados pueden capitalizar la forma de coordinar como una enseñanza.

Así como el buen artista entrega por completo en la manifestación de su arte, el coordinador también debe hacerlo. No sólo saberes, también información, bibliografía, textos, otros trabajos, espacios de otros coordinadores. Se debe hablar de otros, contemporáneos. Es cierto, Diógenes era bárbaro, nombrémoslo, pero murió hace 2332 años. Citemos a nuestros pares, a los que trabajan lo mismo, nutramos al grupo de información.

Aquellos que guardan, archivan y no comparten tienen miedo; un temor ilógico, un egoísmo inexplicable y básicamente no entienden que el caudal de recepción es proporcional al de entrega. La satisfacción que produce saber a un otrora coordinado coordinando bien y con pasión es inexplicable.

Parte de la responsabilidad es del coordinado, entender qué tipo de coordinador tiene enfrente es fundamental; a partir de eso uno decide si el espacio que afronte será un pasatiempo, algo lindo, entretenido, agradable, o bien algo para siempre, algo que queda en la memoria y será matriz desde la cual surjan actividades futuras.
  • Dejar de lado certezas, ser crítico
Trabajar con los emergentes es enfrentarse a lo espontáneo, estar abierto a nuevas formas e incluso reformular los contenidos. El conocimiento transforma, hace claro lo oscuro, devela situaciones, ser crítico es la base para que eso suceda, hay que propiciar esos tres puntos entrelazados: crítica, conocimiento y transformación.

Trabajar desde una ideología pero propiciar siempre la libertad de pensamiento. El grupal puede ser un espacio de imposición ideológica, y metodológica. Puede ser lugar de reclutamiento, confinamiento y sometimiento.

La dinámica de nuestra labor es propicia para toda esta serie de barbaridades. El coordinador es, además de eso, otra cosa: psicólogo, medico, pintor, cocinero, ama de casa, albañil, alfarero, científico, coleccionista de huesos, trapecista, tomamatista. No debe negar lo que es, pero cuando coordina es coordinador, su labor en ese momento es ésa. La coordinación puede usarse como lugar de reclutamiento, dejando así de lado lo concerniente al encuentro. Es cierto, la identidad del coordinador es su cotidiano también, puede contarlo, incluso iniciar un taller desde ese otro lugar que ocupa, nadie dice que niegue lo que es… pero si de repente aquella otra labor que ejerce gana espacio en el encuentro y corre de a poco los contenidos, estamos frente a un caso de mala praxis, lo iatrogénico en los grupos puede ser algo simple y complejo a la vez. Siempre somos modelos de coordinación, no importa que el otro comparta o no con nosotros nuestras formas, somos modelos igual.
  • Es bueno usar nuestro cotidiano laboral al servicio de la coordinación

Es mala y poco ética una coordinación al servicio de nuestro cotidiano laboral si esto implica quitar tiempo de la actividad en pos de una sesión propagandista. En definitiva, uno busca con quién trabajar. Volvemos aquí a la responsabilidad compartida, el coordinado debe darse cuenta de por quién está siendo coordinado. El coordinador elige con quién trabajar. El artista/coordinador elige hacerlo con personas, con libertad, con pensamiento.


Ritmo y Tiempo

La consecución, el hilado, la sucesión; palabras que adquieren potencia al pensarlas desde el arte.
Lo temporal y lo atemporal están presentes en el ruedo, entrar y salir de la gama de relaciones posibles entre estos estados requiere plasticidad y entrenamiento. El ser artista alimenta de materiales abocados al hacer concreto lo abstracto, miles de años están al servicio del coordinador, siglos de pensamiento sobre lo impalpable y lo intangible. El artista, al expresarse, es memoria y actualidad en simultáneo, el coordinador que entiende esto ahorra energía, discurso y tiempo.

  • Metáfora. Es bueno usarla, y… serla.

El uso constante de discursos paralelos, palabras propias de otras disciplinas, explicaciones con ejemplos de otras áreas que necesitan ser transcodificadas. Enriquece, claro que sí. Pero mucho más lo hace el ser parte de esos discursos.

Podemos ejemplificar con plasticidad, apertura, ritmo, movimiento, color, textura, ilusión. Estas pueden ser sólo palabras o bien pueden ser conceptos, herramientas dialécticas que nos pertenecen al estar posicionados en el terreno del arte. En ese sentido el artista/coordinador no necesita traducir por qué es, evita hacer una constante adaptación lingüística. Los lenguajes que posee le permiten metaforizar directamente. La otra forma es metaforizar desde la metáfora a la metáfora metaforizada… ufff, con tanto trabajo la idea ya se disolvió, el taller ya anda por otros lados, no seamos ancla cuando podemos ser nado.

Ritual.

Explicar lo que la cosmovisión “x” implica es hablar de fuego, circulo, pinturas, danzas, sonidos y cuerpos. La ciencia no alcanza, la teoría y la palabra balbucean con esfuerzo pero la cosa se entiende cuando lo concreto del no-verbal entra en juego.

El artista no va a levantar el parquet del salón alquilado prendiendo fuego para mostrar ni va a alentar a una falsa tribu a pintarse la cara y saltar como monos. Sí va a trasmitir desde un sentir adaptado a las circunstancias con formas de movimiento que se inscriben en la memoria ancestral del cuerpo, propiciará un baño sonoro con sonidos regresivo-genéticos y entonces sí habrá un fuego imaginario pero real en el centro y una tribu saltando, tal vez sin siquiera la necesidad de hacer movimientos.

Acción y Palabra.

Que la segunda es sustituta de lo primera es cierto. Que ambas dos deban estar, también. El artista/coordinador debe aceptar el desafío de ser acción en la palabra, no sólo frente al grupo sino también en solitario.

Hay que escribir, hacer teoría, involucrarse en el compromiso de readaptar y reconceptualizar el marco teórico/practico. Acción y palabra deben ser complementarios, se potencian, se necesitan. La palabra puede ser acción, la acción puede ser palabra. Basta ya de contraponerlas, filosofemos sobre las virtudes de la fusión y así entenderemos mejor las diferencias.

Repensemos las palabras, quitemos la basura que hay encima de ellas. Discriminar no es malo, el matiz negativo del término tiene que ver con nuestra historia terrible. Si no lo hacemos corremos el riesgo de contradecirnos a cada paso que demos. El artista/coordinador puede trabajar con la pureza de la acción y la palabra porque la filo y ontogenia lo avalan para hacerlo.

Es a partir del arte que nacen las cosas, entre ellas la ciencia. El impulso fatalista que las sociedades dominadas imprimen a las cosas hace que los templos donde reposan una y otra sean tan dispares. El artista/coordinador va a trabajar para lo que está adentro, para el contenido, para lo profundo. Ya hemos visto y seguimos viendo lo que las labores superficiales hacen con la acción y la palabra.


Las reglas

El artista/coordinador entiende el deseo de romper las reglas porque él mismo lo ha sentido. Es este otro equilibro difícil al que lo someten las acrobacias de una coordinación jugada.

Será regulador de las rupturas recomponiendo furcios a veces y reencauzando en la actividad al grupo, otras. Debe reconocer quienes toleraran el trabajar al límite del acting.

Así como el traspasar algunos límites puede ser tolerado, el blanquear situaciones es un deber para con todos. Se denuncia, renuncia y enuncia llegado el caso. Si el grupo es de formación, el rigor y la excelencia de los contenidos debe ser implacable.


Los contenidos.

El artista/coordinador se reconoce en lo edificante, si los saberes y materiales a trabajar son una estructura, él debe haber pasado por cada una de las etapas pertinentes. Ha de ser pala, ladrillo, plano y gotera si hace falta. No sólo debe entender sino también estar entrenado, la práctica de los contenidos regularmente por parte del coordinador es esencial. Esta fusión intelecto/acción es vital en la labor.


Caos, divague.

Es necesario, es torbellino del que saldrá un producto determinado, sea cual fuera este, el transitar el caos lo hace valioso, habla de desafío y de una instancia de incertidumbre y desazón. Lograr algo de esa manera hace al ser creador. Sostener al grupo en el caos y sostenerse en lo caótico como coordinador nos habla de un grupo cuya fortaleza hace que no ceda ante las exigencias de la creatividad.

Hasta aquí algunos esbozos, suficientes, a mi manera de ver, para replantearnos dónde estamos parados. Lo bueno de esto es que queda tanto por hacer que realmente podemos ser participes y constructores. Podemos salir del lugar de pasividad en el que los dogmas nos han dejado. Podemos, si queremos, aportar conocimientos. Ser hacedores de la historia en vez de intérpretes sumisos de la misma. Podemos, si queremos, nos preparamos, nos entrenamos, nos dedicamos, nos entregamos y nos lo permitimos ser Artistas de la Coordinación.


Julián Presas

Cuerpo y música (Julián Presas)

CUERPO Y MÚSICA
Crónicas de lo extraordinario
(publicado en Revista Kine. Num 87. Junio/Agosto 2009)

Cuando empecé a sonorizar talleres, encuentros y toda clase de dispositivos grupales en el año 96, jamás imagine la importancia que esto iba a tener en mi vida. Mi anhelo de entender, perfeccionar y compartir me han llevado a pensar los cómo, qué, dónde y cuándo de este maravilloso terreno. Su complejidad y especificidad hacen que piense la sonorización como una disciplina independiente. Si bien es cierto que diversos campos se encuentran al momento de sonorizar, la singularidad y la potencia de este encuentro lo erigen como absoluto y autárquico.


Mis formaciones en Musicoterapia, Psicodrama, Teatro, Docencia, Música, y Coordinación Grupal me han ayudado a abordarlo. Los campos: Cuerpo, música, escena. Los lenguajes, corporal, sonoro, verbal, no verbal, escénico y del movimiento, se conjugan cada vez que una “sonorización de improvisaciones escénicas” sucede.


¡Cuánto pasa en un espacio con gentes y sus cuerpos predispuestos! ¡Mucho!
¡Cuánto en un espacio con músico y su sensibilidad a flor de piel! ¡En abundancia!
¡Cuántas cosas pasan cuando se fusiona espacio propicio, cuerpos predispuestos y músico atento! ¡Infinitas!


La música creada in situ tomando como partitura los cuerpos en la escena es algo que va más allá del músico. Los movimientos, despliegues y sentires generados por los cuerpos que toman el sonido como ente que los completa van más allá de lo explicable con palabras. Cuando la fusión sonido/cuerpo es lograda, trasciende el aquí/ahora y, en un mismo espacio de producción conviven diversas características, energías y procesos; individuales, grupales, comunitarios, arquetípicos y sociales. Las múltiples combinaciones posibles por un lado, las frecuentes o inusitadas secuencias de acción por el otro, hacen de este encuentro un enigmático y apasionante campo donde la potencia y la adrenalina conviven con la calma y la concordia.


Les detallo brevemente lo que puede suceder en un minuto de sonorización: …lo atemporal y lo prelógico de una coreografía inconsciente cabalga sobre lo exacto de un ritmo binario; mientras, la respiración de un acordeón se enreda a los mecanismos de defensa de los actores de la escena de aquel costado; a su vez, el canto regresivo-genético del músico evoca en quienes deambulan a la izquierda las imágenes profundas de algún hecho reciente… Las escenas simultáneas; los reposicionamientos subjetivos; lo concreto y lo abstracto; la ciencia y el arte; las distintas dimensiones; lo ficticio y lo real; la incertidumbre de lo que sucederá en la improvisación que hoy me toque sonorizar hacen que ame esto que les cuento.


Lo que logran los cuerpos penetrados por el sonido es algo que no deja de maravillarme cada vez que lo atestiguo. Los lugares donde la música puede transportarnos son remotos, conocidos, nuestros, ajenos, inagotables. Por todo esto es que cada vez que el destino me regala la posibilidad de sonorizar me preparo en cuerpo y alma para el ritual de ser parte. El respeto a estos espacios de espontaneidad y fusión cuerpo/música vienen del saber que el anterior fue único y el próximo… Como tantas otras cosas a ésta hay que vivirla; además de hacerlo, me encuentro hace un tiempo abocado a la tarea de conceptualizarlo. He aquí una difícil labor, ya que las palabras apenas se acercan; y los sentires, tan latentes, se entrecruzan con el deseo de explicarles. A veces siento que es absurdo el intentarlo sin proponer una actividad. Otras, que es imposible. Tal vez, captar la idea sea acorde al bagaje de cada uno, como en la acción, donde cada uno es acorde a sus posibilidades.


LA SONORIZACIÓN


La sonorización es en tanto y en cuanto haya algo para ser sonorizado. Sin lugar a dudas pienso que es un lenguaje en y para la acción. Es un arte que requiere otro arte. En un principio, ese otro necesario puede no ser un lenguaje estético, pero, tras haber sido sonorizado, indefectiblemente se transforma en eso. Ese otro necesario puede ser una escena teatral, una situación cualquiera del cotidiano, la imaginación, los recuerdos, el cuerpo en la escena.


Ejemplos: Sonorizar el recuerdo “cuando crucé el río nadando” solo en mi pieza, no abre el juego a otros, pero es un entrenamiento necesario. Sonorizar una situación donde los actores no se percatan de lo que están siendo objeto (“esa pareja que camina bajo la lluvia, ella pisa una baldosa y salta sobre los pantalones el agua”) también es entrenamiento; además agrega el condimento de lo impredecible. Ahora bien, la sonorización por excelencia es cuando hay cuerpos predispuestos a la interacción en un espacio determinado. Esto merece especial dedicación, en breve lo describo.


La sonorización es todo lo que suceda en el espacio acústico (música, sonidos, ruidos, expresiones). Es todo lo concerniente a la comunicación (verbal, no-verbal, visual, gestual, corporal). Es todas las manifestaciones y relaciones intrapsiquicas que sucedan entre los presentes. Lo concreto de un acorde abierto es el devenir de la abstracta sensación de un momento dado; también puede ser que la abstracta sensación que genera ese acorde abierto devenga en lo concreto de un cuerpo liberado. En este terreno no sólo los parámetros adquieren otras dimensiones sino que la labor en su totalidad es otra dimensión. Es aquí donde abstracción, tiempo, espacio y lo concreto se resignifican en un estado situacional donde la creación, la simultaneidad lo in-pre-consciente y el arte conviven.


El sonorizador es objeto, vehiculo y sujeto; en tanto no comprenda esto lo que haga puede ser música, expresión y tantas otras cosas pero no sonorización. Las responsabilidades de este arte son tantas como sus privilegios. El sonorizador tiene en sus manos la música, ésa que ha internalizado quien está en el ruedo. Cada cambio desde la ejecución musical conlleva quiebres, virajes, modificaciones corporales. Cada variante sonora propuesta se transforma en modificaciones del sentir del otro. El poder de la música es absoluto, el sonorizador tiene la obligación de cuidar y resguardar la sensibilidad ajena. El sonorizador no tiene el poder, es vehiculo de, es el lugar por donde la cosa pasa. Lo solemne del material que se emplea hace a la humildad que debe tener quien lo efectúa. El sonorizador vibra en cada secuencia armónica, suspira en los silencios, late en los tambores, ríe con melodías y llora con canciones. La cosa pasa por, queda en, y sale de, su cuerpo. El voltaje de sensaciones puede ser altísimo y el sonorizador debe protegerse. Esta intensidad, este cúmulo de alimento para el alma es proporcional a la entrega y el respeto por el trabajo. Esta labor requiere, además de conocimientos técnicos, una sensibilidad especial y un entrenamiento adecuado para mantenerla despierta.


LA FUSION. SONIDO/CUERPO


Párrafos atrás dije que la sonorización por excelencia sucede cuando hay cuerpos predispuestos en un espacio determinado. A mi entender, sonido y cuerpo son las dos entidades mas completas que existen; si se fusionan, todo puede suceder. Semejantes protagonistas cooperan entre si desde el hacer y el motivar, se puede decir que hay una co-creación; a veces es uno quien toma la pasta, a veces el otro y otras veces ambos en simultáneo. Esta isocronía es lo que llamo “partituras simultáneas”. El sonorizador lee aquello que el cuerpo narra y viceversa, en acción e intención. Ambos están alertas a lo que es y a lo que late, a los emergentes y a ese algo más que deja traslucir el otro. Es así como en el ruedo hay un diálogo estético, los códigos que lo rigen no son los cotidianos, ambos dicen sin obstruir, no compiten, no luchan, no se molestan. No hay rivalidad. Se potencian. El cuerpo sabe que, junto al sonido, puede hacer lo que quiera. El sonido sabe que junto al cuerpo puede llegar a lugares no imaginados.


Hay situaciones corporo-sonoras que son etiquetadas, entre otras cosas, como éxtasis, posesión, misticismo, ritual, ceremonia. En la sonorización todos estos rótulos encajan, la diferencia aquí es que el hecho estético es objeto en y para sí mismo. No hay finalidad ni lugar donde llegar, se tiene en cuenta el proceso por sobre el producto. La prioridad es el sentir, el ser. Se capitaliza mediante la experiencia, la riqueza consiste en el cúmulo de vivencias. Que este ejercicio resulte en la mejoría de determinadas cualidades estético/expresivas es producto de la acumulación de procesos y no del proceso de acumulación de productos. Así es como las personas que están en el ruedo en el caso de una fusión cuerpo/sonido, son hacedores, armadores, intérpretes y testigos. Guías, camino, puntos de encuentro y destino.


Julián Presas