martes, 28 de abril de 2009

Cuerpo y música (Julián Presas)

CUERPO Y MÚSICA
Crónicas de lo extraordinario
(publicado en Revista Kine. Num 87. Junio/Agosto 2009)

Cuando empecé a sonorizar talleres, encuentros y toda clase de dispositivos grupales en el año 96, jamás imagine la importancia que esto iba a tener en mi vida. Mi anhelo de entender, perfeccionar y compartir me han llevado a pensar los cómo, qué, dónde y cuándo de este maravilloso terreno. Su complejidad y especificidad hacen que piense la sonorización como una disciplina independiente. Si bien es cierto que diversos campos se encuentran al momento de sonorizar, la singularidad y la potencia de este encuentro lo erigen como absoluto y autárquico.


Mis formaciones en Musicoterapia, Psicodrama, Teatro, Docencia, Música, y Coordinación Grupal me han ayudado a abordarlo. Los campos: Cuerpo, música, escena. Los lenguajes, corporal, sonoro, verbal, no verbal, escénico y del movimiento, se conjugan cada vez que una “sonorización de improvisaciones escénicas” sucede.


¡Cuánto pasa en un espacio con gentes y sus cuerpos predispuestos! ¡Mucho!
¡Cuánto en un espacio con músico y su sensibilidad a flor de piel! ¡En abundancia!
¡Cuántas cosas pasan cuando se fusiona espacio propicio, cuerpos predispuestos y músico atento! ¡Infinitas!


La música creada in situ tomando como partitura los cuerpos en la escena es algo que va más allá del músico. Los movimientos, despliegues y sentires generados por los cuerpos que toman el sonido como ente que los completa van más allá de lo explicable con palabras. Cuando la fusión sonido/cuerpo es lograda, trasciende el aquí/ahora y, en un mismo espacio de producción conviven diversas características, energías y procesos; individuales, grupales, comunitarios, arquetípicos y sociales. Las múltiples combinaciones posibles por un lado, las frecuentes o inusitadas secuencias de acción por el otro, hacen de este encuentro un enigmático y apasionante campo donde la potencia y la adrenalina conviven con la calma y la concordia.


Les detallo brevemente lo que puede suceder en un minuto de sonorización: …lo atemporal y lo prelógico de una coreografía inconsciente cabalga sobre lo exacto de un ritmo binario; mientras, la respiración de un acordeón se enreda a los mecanismos de defensa de los actores de la escena de aquel costado; a su vez, el canto regresivo-genético del músico evoca en quienes deambulan a la izquierda las imágenes profundas de algún hecho reciente… Las escenas simultáneas; los reposicionamientos subjetivos; lo concreto y lo abstracto; la ciencia y el arte; las distintas dimensiones; lo ficticio y lo real; la incertidumbre de lo que sucederá en la improvisación que hoy me toque sonorizar hacen que ame esto que les cuento.


Lo que logran los cuerpos penetrados por el sonido es algo que no deja de maravillarme cada vez que lo atestiguo. Los lugares donde la música puede transportarnos son remotos, conocidos, nuestros, ajenos, inagotables. Por todo esto es que cada vez que el destino me regala la posibilidad de sonorizar me preparo en cuerpo y alma para el ritual de ser parte. El respeto a estos espacios de espontaneidad y fusión cuerpo/música vienen del saber que el anterior fue único y el próximo… Como tantas otras cosas a ésta hay que vivirla; además de hacerlo, me encuentro hace un tiempo abocado a la tarea de conceptualizarlo. He aquí una difícil labor, ya que las palabras apenas se acercan; y los sentires, tan latentes, se entrecruzan con el deseo de explicarles. A veces siento que es absurdo el intentarlo sin proponer una actividad. Otras, que es imposible. Tal vez, captar la idea sea acorde al bagaje de cada uno, como en la acción, donde cada uno es acorde a sus posibilidades.


LA SONORIZACIÓN


La sonorización es en tanto y en cuanto haya algo para ser sonorizado. Sin lugar a dudas pienso que es un lenguaje en y para la acción. Es un arte que requiere otro arte. En un principio, ese otro necesario puede no ser un lenguaje estético, pero, tras haber sido sonorizado, indefectiblemente se transforma en eso. Ese otro necesario puede ser una escena teatral, una situación cualquiera del cotidiano, la imaginación, los recuerdos, el cuerpo en la escena.


Ejemplos: Sonorizar el recuerdo “cuando crucé el río nadando” solo en mi pieza, no abre el juego a otros, pero es un entrenamiento necesario. Sonorizar una situación donde los actores no se percatan de lo que están siendo objeto (“esa pareja que camina bajo la lluvia, ella pisa una baldosa y salta sobre los pantalones el agua”) también es entrenamiento; además agrega el condimento de lo impredecible. Ahora bien, la sonorización por excelencia es cuando hay cuerpos predispuestos a la interacción en un espacio determinado. Esto merece especial dedicación, en breve lo describo.


La sonorización es todo lo que suceda en el espacio acústico (música, sonidos, ruidos, expresiones). Es todo lo concerniente a la comunicación (verbal, no-verbal, visual, gestual, corporal). Es todas las manifestaciones y relaciones intrapsiquicas que sucedan entre los presentes. Lo concreto de un acorde abierto es el devenir de la abstracta sensación de un momento dado; también puede ser que la abstracta sensación que genera ese acorde abierto devenga en lo concreto de un cuerpo liberado. En este terreno no sólo los parámetros adquieren otras dimensiones sino que la labor en su totalidad es otra dimensión. Es aquí donde abstracción, tiempo, espacio y lo concreto se resignifican en un estado situacional donde la creación, la simultaneidad lo in-pre-consciente y el arte conviven.


El sonorizador es objeto, vehiculo y sujeto; en tanto no comprenda esto lo que haga puede ser música, expresión y tantas otras cosas pero no sonorización. Las responsabilidades de este arte son tantas como sus privilegios. El sonorizador tiene en sus manos la música, ésa que ha internalizado quien está en el ruedo. Cada cambio desde la ejecución musical conlleva quiebres, virajes, modificaciones corporales. Cada variante sonora propuesta se transforma en modificaciones del sentir del otro. El poder de la música es absoluto, el sonorizador tiene la obligación de cuidar y resguardar la sensibilidad ajena. El sonorizador no tiene el poder, es vehiculo de, es el lugar por donde la cosa pasa. Lo solemne del material que se emplea hace a la humildad que debe tener quien lo efectúa. El sonorizador vibra en cada secuencia armónica, suspira en los silencios, late en los tambores, ríe con melodías y llora con canciones. La cosa pasa por, queda en, y sale de, su cuerpo. El voltaje de sensaciones puede ser altísimo y el sonorizador debe protegerse. Esta intensidad, este cúmulo de alimento para el alma es proporcional a la entrega y el respeto por el trabajo. Esta labor requiere, además de conocimientos técnicos, una sensibilidad especial y un entrenamiento adecuado para mantenerla despierta.


LA FUSION. SONIDO/CUERPO


Párrafos atrás dije que la sonorización por excelencia sucede cuando hay cuerpos predispuestos en un espacio determinado. A mi entender, sonido y cuerpo son las dos entidades mas completas que existen; si se fusionan, todo puede suceder. Semejantes protagonistas cooperan entre si desde el hacer y el motivar, se puede decir que hay una co-creación; a veces es uno quien toma la pasta, a veces el otro y otras veces ambos en simultáneo. Esta isocronía es lo que llamo “partituras simultáneas”. El sonorizador lee aquello que el cuerpo narra y viceversa, en acción e intención. Ambos están alertas a lo que es y a lo que late, a los emergentes y a ese algo más que deja traslucir el otro. Es así como en el ruedo hay un diálogo estético, los códigos que lo rigen no son los cotidianos, ambos dicen sin obstruir, no compiten, no luchan, no se molestan. No hay rivalidad. Se potencian. El cuerpo sabe que, junto al sonido, puede hacer lo que quiera. El sonido sabe que junto al cuerpo puede llegar a lugares no imaginados.


Hay situaciones corporo-sonoras que son etiquetadas, entre otras cosas, como éxtasis, posesión, misticismo, ritual, ceremonia. En la sonorización todos estos rótulos encajan, la diferencia aquí es que el hecho estético es objeto en y para sí mismo. No hay finalidad ni lugar donde llegar, se tiene en cuenta el proceso por sobre el producto. La prioridad es el sentir, el ser. Se capitaliza mediante la experiencia, la riqueza consiste en el cúmulo de vivencias. Que este ejercicio resulte en la mejoría de determinadas cualidades estético/expresivas es producto de la acumulación de procesos y no del proceso de acumulación de productos. Así es como las personas que están en el ruedo en el caso de una fusión cuerpo/sonido, son hacedores, armadores, intérpretes y testigos. Guías, camino, puntos de encuentro y destino.


Julián Presas

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